María nuestra madre y nuestra guía

Maria madre y Guía

Con este Título se invoca a la Virgen María en MATER CHRISTI desde los albores de su Fundación.

Bajo su Maternidad Divina, aquel puñado de jóvenes comenzó una andadura cargada de grandes ilusiones y propósitos.
Siempre se entendió que MATER CHRISTI le pertenecía a la Virgen y que Ella era la que tenía que marcar el camino a seguir. Ella tenía que ser la Guía que fuera marcando los pasos evangelizadores que iniciaba MATER CHRISTI.
Y así, una espiritualidad marcada por una sincera y honda devoción mariana, abría paso inmediatamente a una experiencia trinitaria en la que se mostraba y vivía una vida cristiana en torno a la Santísima Trinidad.

El gran Don que reciben las personas que se acercan a María, con sinceridad y sencillez de corazón, es el encuentro íntimo y profundo con su Hijo Jesucristo, que Ella misma les propiciará por los caminos íntimos y misteriosos de la vida interior.

María, no tiene ningún otro interés que seguir siendo la Madre celosa que propicie, en cada momento, el encuentro de sus hijos los hombres con su Hijo Jesucristo. Así fue siempre, lo es ahora y lo seguirá siendo hasta el fin del mundo.

Lo vemos en aquellos albores de la vida pública del Señor, cuando aún apenas había comenzado a reunir el grupo de los discípulos con los que formará la comunidad apostólica.

Maria madre y Guía
Maria madre y Guía

Es en aquella boda en Caná de Galilea, que nos relata el evangelio de San Juan, cap. 2, en la que se encuentran invitados Jesús con sus discípulos y también su Madre.

La Virgen, atenta siempre a las necesidades de los demás, se percata que está a punto de faltar el vino y, como consecuencia, las dificultades que surgirán en un momento tan delicado por algo tan significativo como es el vino en ese tipo de celebraciones de la época.

María, inmediatamente reacciona y piensa cómo solucionar aquel conflicto que se avecina. Allí está su Hijo, que podrá remediar una situación potencialmente peligrosa en la convivencia de los recién casados y de sus respectivas familias...

pero, además, ¿quiénes tendrán que actuar para la solución del problema? Los criados. Pues allá va Ella para traerlos a la presencia de su Hijo Jesucristo, diciéndole: “no tienen vino”, para, seguidamente, ya dirigiéndose a los criados les manda: “haced lo que él os diga”. Las objeciones de Jesús, en ese momento de gran necesidad, su Madre no parece atenderlas, no porque desprecie a su Hijo, sino, más bien, porque la urgencia tan grande que se deriva de la falta de vino, obliga a ir en auxilio de los novios y de las familias respectivas de éstos.

María, siempre estará atenta a las necesidades de sus hijos los hombres y acudirá continuamente a su Hijo Jesús para mostrárselas y reclamarle una solución, máxime si cualquier persona se acerca a Ella a pedirla esta asistencia maternal.

Maria madre y Guía
Maria madre y Guía

Por esto es fácil comprender lo que se apunta anteriormente. María no tiene ningún otro interés con sus hijos los hombres que llevarlos al encuentro con su Hijo Jesucristo, para que viviendo intensamente el espíritu cristiano puedan entrar en el conocimiento y experiencia profunda de la Santísima Trinidad.





El Señor Jesucristo es el único mediador entre el hombre y el Padre Dios

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”, dirá el Señor (Mt 11,27).

Y en otro momento tan crucial como es el de la última cena, indicará a sus discípulos: “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15,26).

Bien se puede concluir, por tanto, que aquel que toma a la Virgen María como Madre y Guía conseguirá vivir continuamente en los caminos acertados del Amor y de la Voluntad de Dios.
Sabrá acogerse a su maternidad cada día, con la seguridad cierta de que la Virgen va a velar por todas sus necesidades y cuidar de su alma y de su vida continuamente.
Igualmente, sabrá aceptarla como la Guía de su vida, le pedirá que guíe todos sus sentimientos, todos sus pensamientos, todas sus palabras y acciones, para que siempre sean del agrado de Dios, porque acertadamente vayan cumpliendo su santa Voluntad.

Y la Virgen María, nuestra Madre y nuestra Guía, aceptará con gran agrado esta disposición del hijo, de la hija, que acuden a Ella con esta simple pretensión: sentirse y vivir como hijos, para los que cuenta y mucho la Madre del Cielo; y, además, querer ser guiados a lo largo de esta jornada terrenal, de forma que todo vaya acorde a lo que es el seguimiento de Cristo, sin que las desviaciones propias del ser humano, de las distracciones y debilidades connaturales al hombre, puedan apartarles de una vida según el nombre cristiano y las exigencias que se derivan de tal título.


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