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Mater Christi, Meditaciones Diarias | por Emilio Castrillón Hernández

  • Meditación del día:

Buenos días.

La Iglesia celebra la Memoria de un gran Santo de la Eucaristía cual fue San Pascual Bailón.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa.

Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas.
Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia. Un día otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.

De niño siendo pastor, ya hacía mortificaciones. Por ejemplo andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba a los pastos del vecino, le pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que le pagaban.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer, y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen.

Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.

Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario.

Pidamos a San Pascual que nos conceda la Gracia de saber amar y adorar la Sagrada Eucaristía a imagen de como él lo hizo, precisamente en unos tiempos en los que el culto a Jesús Sacramentado es tan urgente como necesario. Y que la Virgen María nos ayude a llevarlo a cabo. AMÉN.


Emilio Castrillón
MATER CHRISTI
Madrid - España



Meditaciones: Santos


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